IMPACTO QUE HA SUFRIDO LA ECONOMÍA MUNDIAL POR LA PANDEMIA
La pandemia
de COVID19 generó una onda expansiva que afectó a toda la economía mundial y
desencadenó la mayor crisis en más de un siglo. Esto condujo a un aumento
drástico de la desigualdad interna y entre los países. Las observaciones
preliminares sugieren que la recuperación tras la crisis será tan desigual como
sus impactos económicos iniciales: las economías emergentes y los grupos
desfavorecidos necesitarán mucho más tiempo para sobreponerse a las pérdidas de
ingresos y medios de vida causadas por la pandemia.
A diferencia
de lo que sucedió en muchas crisis anteriores, en el inicio de la pandemia se
puso en marcha una respuesta decidida y de gran magnitud a través de políticas
económicas que, en términos generales, lograron mitigar los costos humanos más
graves a corto plazo. Sin embargo, la respuesta a la emergencia también dio
lugar a nuevos riesgos —como el fuerte aumento de los niveles de deuda privada
y pública en la economía mundial— que, si no se abordan con determinación,
pueden poner en peligro la recuperación equitativa.
INTENSIFICACIÓN
DE LAS DESIGUALDADES INTERNAS Y ENTRE PAÍSES
Los impactos
económicos de la pandemia fueron especialmente graves en las economías
emergentes, donde las pérdidas de ingresos pusieron de manifiesto y exacerbaron
ciertos factores de fragilidad económica preexistentes. A medida que avanzaba
la pandemia en 2020, se vio con claridad que muchos hogares y empresas no
estaban preparados para soportar una alteración de semejante duración y escala
en sus ingresos. Diversos estudios basados en datos anteriores a la crisis
indican, por ejemplo, que más del 50 % de los hogares de las economías
emergentes y avanzadas no podrían sostener el consumo básico durante más de
tres meses en caso de perder sus ingresos. Del mismo modo, las reservas de
efectivo de una empresa promedio alcanzarían para cubrir los gastos
correspondientes a menos de 55 días. Muchos hogares y empresas de economías
emergentes ya cargaban con niveles de deuda insostenibles antes de la crisis y
tuvieron dificultades para hacer frente a los pagos cuando la pandemia y las
medidas de salud pública conexas provocaron una disminución abrupta en sus
ingresos.
La crisis
tuvo un impacto drástico en la pobreza y la desigualdad en todo el mundo. La
pobreza mundial se incrementó por primera vez en el curso de una generación, y
las desproporcionadas pérdidas de ingresos sufridas por las poblaciones
desfavorecidas condujeron a un enorme aumento de las desigualdades internas y
entre los países. Según los datos de diversas encuestas, en 2020 el desempleo
temporal entre los trabajadores que solo tienen educación primaria completa se
elevó en el 70 % de los países. La pérdida de ingresos también fue mayor entre
los jóvenes, las mujeres, los autónomos y los trabajadores ocasionales con
niveles más bajos de educación formal. Las mujeres se vieron particularmente
afectadas por la pérdida de ingresos y de puestos de trabajo, dado que era más
probable que estuvieran empleadas en los sectores más afectados por los
confinamientos y por las medidas de distanciamiento social.
Entre las
empresas se observan patrones similares. Las más pequeñas, las informales y las
que tenían acceso limitado al crédito formal se vieron más afectadas por las
pérdidas de ingresos que generó la pandemia. Cuando se inició la crisis, las
compañías más grandes tenían capacidad para cubrir los gastos de hasta 65 días,
mientras que las medianas podían hacer frente a 59 días y las pequeñas empresas
y las microempresas, a 53 y 50 días, respectivamente. Por otro lado, las
microempresas y las pymes están sobrerrepresentadas dentro de los sectores más
afectados por la crisis, como los servicios de alojamiento y alimentación, el
comercio minorista y los servicios personales.
LAS
RESPUESTAS A CORTO PLAZO DE LOS GOBIERNOS FRENTE A LA CRISIS
Las respuestas gubernamentales a corto plazo ante la pandemia
fueron extraordinariamente rápidas y abarcadoras. Los Gobiernos aplicaron
numerosos instrumentos de política que no tenían precedentes o que nunca se
habían utilizado a esa escala en las economías emergentes. Como ejemplos cabe
citar las cuantiosas medidas de apoyo directo a los ingresos, las moratorias de
las deudas y los programas de adquisición de activos implementados por los
bancos centrales. Estos programas variaron considerablemente en tamaño y
alcance, en parte debido a que muchos países de ingreso bajo tuvieron
dificultades para movilizar recursos dado su acceso limitado a los mercados de
crédito y los elevados niveles de deuda pública que se registraban ya antes de
la crisis. Como consecuencia, la magnitud de la respuesta fiscal en relación
con el PIB fue uniformemente grande en casi todos los países de ingreso alto y
uniformemente pequeña o inexistente en los de ingreso bajo. En los países de
ingreso mediano, la respuesta fiscal mostró variaciones significativas, lo que
refleja marcadas diferencias en la capacidad y la voluntad de los Gobiernos
para destinar recursos a los programas de apoyo.
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